29 de setiembre de 2007

Un día...

¿Qué se necesita para calificar un día como una verdaderamente olvidable? A ver déjenme pensar: revisé mi billetera y me di cuenta que sólo me quedaban 20 lucas que deben cubrir mi alimento dominical, copias, cigarros y agua. El lunes comienzo parciales y noté que tengo que leer el equivalente a dos evangelios para mis tres primeros exámenes. La gripe que me aqueja hace una semana se niega a largarse y me sigue reventando, sobre todo hoy día en que mi tos pasó a ser la de un simple resfrío a la de tuberculosis crónica. Desde que me desperté la cabeza me quiere explotar, y me encantaría que pasara.

Tal vez lo único bueno fue armar una chupeta increíble de la nada y que me pagaran por una chamba que hice para la universidad – plata que debo ahorrar si quiero ir a algún concierto o un partido de Perú, o para lo que sea -. Pero la cereza para ese postre pasado que fue este viernes, ha sido, sin lugar a dudas, el terminar mi relación de dos años en forma definitiva.


No es nada que me joda por sobremanera, pero de hecho que molesta. Así que por las siguientes dos semanas todo se puede ir al carajo, me lleva el demonio a quien no le parezca; en dos semanas debería recibir una noticia que espero desde casi inicios del año.


Por ahora, sólo quiero descansar, mi próxima cita es con mi cama.

25 de setiembre de 2007

Sabia fuiste mujer (cuando me enseñaste eso)

Hoy día terminé de comprobar ese refrán que hasta ahora había pasado por alto, salvo por algunas excepciones bastante menores y ridiculas. "Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde" me dijo alguna vez una de las sabias mujeres de mi familia (no sé si mi madre o alguna de mis abuelas que en paz descansen). Y hoy lo comprobé, lo peor de todo es que es algo que nunca llegué a poseer totalmente, poco a poco lo fui dejando pasar, a veces por terquedas, otras por simple estupidez, hasta que finalmente se me escapó de las manos.

Me niego a preguntarme el clásico ¿qué hubiera pasado?, porque la historia no está hecha de supuestos. Aunque no puedo escapar del como estuviera ahora si es que no se me pasaba. Mejor o peor, es imposible de saberlo, y tampoco me gustaría.

24 de setiembre de 2007

Paucartambo: Hermosa tierra, tierra bendita

Chela, patas, buena música y el sitio al que esperé tanto para regresar. Como dice una publicidad: para el resto está esa tarjeta roja y amarilla. No sé ustedes, pero una noche como esa, es difícil de olvidar. Creo que después de mucho tiempo realmente me divertía: la última vez que bailé estaba por demás ebrio en el Mega, las chupas previas se opacaron por ocasionales escándalos o borradas de cinta rochosas, peleas con la enamorada no faltaron y desplantes tampoco.

Quema de castillos

Así que esta vez estaba decidido a pasarla bien. Y antes que nada hubo un respectivo caldito de gallina (que parecía que la habían dinamitado en vez de presarla) y tres horas de supuesto descanso en nuestra sucursal del Monasterio, que se pasaron entre la final de la Copa América, el “sargeant” del Chos, el topito del Gamiazo y la colchoneta que me perdieron.


Juré, e hice jurar a mis patas (mediante la promesa de borrachera responsable), que esa noche sería antológica, que al final podríamos cantar nuestros huaynitos sin lamentar la borrachera violenta de alguno o la huevada que hizo el otro. No nos importó asfixiarnos en humo de pólvora porque vimos la quema de castillos en sitios de lujo y con vendedora de chela al costado. Nos llegó tener que comer raspado de olla, previo florazo a la cocinera, consistente en cabeza de cuy, capchi, pastel de tallarín y arroz en el cargo de Contradanza; para después escaparnos como si estuviéramos en Lurigancho.

Total, ¿para qué necesitábamos un cargo? Hicimos el nuestro en media plaza con anticuchos de a luca y la agüita de cebada a raudales pagada por nosotros, todos estaban invitados siempre y cuando pasaran el visto bueno de la organización central. Recorrimos el pueblo para entregar un pedido para otro cargo, y de paso para ganarnos el almuerzo del día siguiente, mientras alegremente empezamos el proceso de vaciado de la caja que compramos.


Pasaron cuatro cajas de litro cien, como seis anticuchos de a luca, un plan fallido por culpa del enamorado inoportuno, harto zapateo de los ricos huaynos tocados por las bandas que pasaban y la comprobación de que las chicas también pueden aguantar toda la noche. Finalmente, a media hora de que salga el sol nos retiramos a nuestra suite para aprender que los borrachos tenemos derechos y que primero debo fijarme bien donde está la puerta antes de levantarme para ir a cumplir ciertas necesidades básicas.


Dormí a lo mucho dos horas, y como es de esperar parecía un fantasma, pero aparte de la ansiedad por la resaca que nunca llegó, me sentía como nuevo. Mientras comía mi adobo de desayuno en compañía del Momón y del Ñaña, me di cuenta de porque debo regresar el próximo año: para hacer exactamente lo mismo y mejorarlo, sólo así podré pagarle a la Mamacha y la hermosa tierra, tierra bendita que es Paucartambo.


13 de setiembre de 2007

La previa de YKP (Intérprete Dezconosido - Ti)

Incluso antes de lanzarla, Yan Kem Po Producciones, ya tenía un trabajo bajo el brazo. Es el videoclip del primer sencillo del grupo de punk piurano "Intérprete Dezconosido" (sic). El video fue realizado por Morris Burstein y su primo Cae para el curso de Televisión I de la UDEP. La edición final se hizo en los estudios de YKP (mi cuarto), el encargado fui yo, con la ayuda de Morris, Joche, mi DVD y un par de sixpacks

Tras casi 18 horas de trabajo esta es la versión final de "Ti"



José Antonio Quiñones (Voz)
Milton Arrascue (1ra guitarra y coros)
Rodrigo Murillo (batería)
Renzo Grosso (2da guitarra y coros)
Jorge Ramos (bajo)

6 de setiembre de 2007

Paucartambo: el regreso

En el mes de julio es raro ver mucha gente a las 7 de la mañana en las calles de Cusco. Y para mí, a menos que me la esté tirando de boleto, soportar el frío y sueño de esa hora es algo que no estoy dispuesto a hacer, mucho menos ahora que tengo DNI y no tengo que ponerme el uniforme para ir al colegio. Sin embargo, la razón para levantarme alrededor de las 5 y media de la mañana del 15 de julio (gracias a que el Chos se demora media hora en la ducha) era capaz de moverme incluso con hipotermia trepando el Ausangate.

Mi motivación no era otra que la fiesta de la Virgen del Carmen en Paucartambo, después de tres años al fin tenía la oportunidad de visitar a la Mamacha de nuevo, mejor excusa no había. Así, después de preguntarme el día de mi llegada (el día anterior) a quién se le había ocurrido la soberana y "genial" idea de comprar boleto a las 7 de la mañana, me encontré con mi mochila, un sleeping y mi pucho de desayuno parado al lado de un bus con pintura en “polvo” y las emolienteras del turno de la mañana.

Al poco rato, el boletero empieza a gritar que el bus ya se va. Por suerte toda la mancha de viaje (13 puntas demasiado geniales) ya se había reunido y estábamos cómodamente sentados, listos para el camino de tres horitas. Por obra de Dios, Buda, Alá, Apus o en quien crean, la movilidad no paraba a recoger pasajeros, y por ende podía joder sin reparo a quien esté delante mío, dormir sin pensar en quien podía cortarme el cuello para robarme la cámara o simplemente mirar el paisaje sin aguantarme olores (no soy racista por si acaso) extraños y desagradables.

Ni bien salimos de la ciudad, siento que he vuelto a mis años de mocoso despreocupado; no sólo por la chacota que metemos, sino que el paisaje me hace acordar de pescas con mi viejo, lateadas de hasta 10 Km. de puro tacaño, etc. La primera parada seria es en Oropesa (por lo que quieran que es el mejor pan del mundo): un par de panes y una bolsita de toqto (como el chicharrón de Chipi pero natural, más rico y viene con canchita) para el camino.

A las dos horas, ya estoy empolvado por completo y con un dolor de cabeza increíble fruto de chancarme la cabeza con la ventana en mi siesta mañanera. Me sigo pelando de frío a pesar de que afuera el sol ya quema. Según mis cálculos llegábamos en una hora más, y el tiempo me dio la razón.

Curva a la derecha y de ahí de bajada; la primera imagen de Paucartambo es la de un pueblito cualquiera de la sierra, pero apenas aparece el puente Carlos III, me empiezo a dar cuenta porque ansiaba tanto regresar. El lugar es pequeño, desordenado, y a las 11 de la mañana del 15 de julio un caos total; aún así me encanta y si de mi fuera me quedaría a vivir ahí.

Después de tres horas de viaje, un kilo de polvo encima y cagarme de risa por casi una hora seguida por fin puedo poner pie en Paucartambo, e inconscientemente sé que tendré unos de los tres mejores días de todas mis vacaciones.


Lo que sigue es otro cantar…y en menos de lo que chilla el chancho para el lechón, cantará.

Puente Carlos III