30 de octubre de 2008

¿Tienes miedo?

Hasta hoy día terrorismo no era para mí más que un recuerdo borroso de las conversaciones de los mayores cuando no pasaba de los cinco años. Era un concepto, una forma de actuar encubierta en ideologías con el único fin de crear pánico constante en el resto de la gente. Sólo implicaba Comisiones de la Verdad y “Ojos que lloran”, discusiones bizantinas y una llaga en la historia que aún no se cierra.

Un Peugeot blanco me lo ha presentado formalmente, y con su peor rostro. Buscaba una masacre, un baño de sangre pagado por la intransigencia. No lo logró, pero sí cumplió su fin último: causar miedo, dejar el pensamiento que se pudo estar en el momento y lugar equivocados, que la gente se quede con la idea que cualquiera de ellos pudo no tener tanta suerte.

No mató, pero si creó confusión y pánico. Originó llantos, desmayos y dudas. Hizo que la desesperación ganara sobre el tiemple, logró que las sonrisas y los sueños desaparezcan. Aniquiló la esperanza y sembró el desamparo.

Los titulares de mañana no lamentarán ninguna pérdida, no se hablará de funerales, homenajes y entierros. Pero para los que estuvimos ahí no terminará en una hoja de papel, cualquiera de los que estuvo en el campus de la UNAV hoy día seguirá pensando que pudo haber sido su paso final, o la última vez que se vería en el espejo tal como es.

No me pasó nada, pero en las últimas dos horas no he podido evitar pensar que pudo ser peor, lejos de casa en una mañana de lluvia. Se me cruzó la cabeza que pude haber dado mi último paso. Hoy conocí el miedo y el terror.

Incendio tras la explosión (El País)


Vista desde la Facultad de Comunicación (El Mundo)

10 de octubre de 2008

Habla, ¿un aeropuerto?

Se supone que este post sería el primero de la versión peninsular - de hecho lo es -, pensaba colgarlo desde el aeropuerto e ir actualizándolo hasta antes de tomar mi avión a Pamplona pero los cinco euros que me pedían por usar WIFI en el aeropuerto de Barajas y la falta de un adaptador para el enchufe lo impidieron. Aquí tienen mis primeras doce horas en España:

Si se imaginaban que hacer cola en el Banco de la Nación era una tortura soportable acaso por el Dalai Lama, se equivocaron: el peor sitio para esperar es un aeropuerto, y empeora cuando sufres cambio de horario y los estragos propios de un vuelo de trece horas.

Estoy varado por cerca de doce horas en el aeropuerto de Madrid me muero de hambre ya me recorrí toda la terminal 4 de Barajas, claro después de chequear mis maletas para mi siguiente vuelo (las otras 3 terminales no creo que las pasee porque ahí si se me va el día y el vuelo). Todavía me quedan unas ocho horas más. Ojalá encuentre algún enchufe en la sala de espera, sino ni la compu me va a aguantar. Encontré un enchufe, pero al parecer en uno de los aeropuertos principales de Europa no pensaron que tal vez viajeros de más partes del mundo podrían llegar; todos los enchufes son del sistema europeo (imaginable la verdad, pero igual molestoso).

Después de comer lo primero que encuentre por menos de diez euros y comprarme una revista para matar el rato me voy a dormir, estoy matado. Acabo de despertar, he jateado unas cuatro horas, por necesidad más que nada, y es la primera vez que he podido dormir en una sala de espera y no despertarme sin sentir las piernas o con la espalda torcida y adolorida.

A los que pensaban que moriría de un ataque catatónico por no poder fumar casi todo el día lamento desilusionarlos, hay zonas para fumadores (un metro cuadrado con filtros de aires y unos diez ceniceros) estratégicamente colocadas dónde las necesidades por nicotina se pueden satisfacer tranquilamente. (Apunten señores de LAP, hay menos fumadores es cierto pero aún hay gente que no viaja al exterior o que en su defecto no quiere pagar mínimo ocho lucas para consumir un café en los dos locales dónde se puede fumar en todo el Jorge Chávez).

Zona de fumadores en el Aeropuerto de Barajas

Ahora sólo faltan dos horas para poder subir al avión que me llevara a Pamplona y mi día de aeropuerto terminará, no hay mucho que hacer: no me gusta ver tiendas, ya comí, ya vi mi correo (2 euros por media hora en cabinas), ya me caminé la zona de embarque ida y vuelta unas 3 veces (es enorme, unas 45 puertas fácil) y ya me joden los brazos por empujar el carrito todo el día.

Sala de espera de la Terminal 4

Caballero nomás a esperar, acabo de ver un carro en exhibición bastante simpático y una demostración de WiiFit, ahí me quemo una media hora fácil. En lo que resta me imagino que contaré cuantos aviones pasan por mi campo de visión hasta que tenga que abordar o en su defecto a encontrar algo de que reírme.

Ninguna de las exhibiciones me llamó la atención por más de quince minutos, contar aviones es más aburrido que clase de Derecho II con la “Pasita” y no hay nada de que reírse porque ya ni los chibolos se caen tanto como uno podría pensar, así que me regreso a dormir, ahora sí alarma en mano porque sino chau vuelo y como cien euritos al agua. Una media hora de sueño debería ser suficiente.

Despierto y mi avión a Pamplona ya tiene puerta de embarque y ahí me dirijo. Por última vez entro a la zona de fumadores y es el último pucho en Madrid, en unos 15 minutos debo embarcarme y una hora después llegaré a mi destino final; dónde la verdadera historia comenzará.