18 de agosto de 2007

Por el Perú (y las historias que quisiera contar a mis nietos)

A las 6 de la mañana de hoy día pude al fin ver a Perú jugar un mundial al que clasificó sin haberlo organizado, es más creo que nunca vi a ninguna selección peruana jugar como la Sub-17 lo hizo ahora. Marcaban bien, no regalaban la pelota, podían completar más de 3 pases seguidos (sino acordémonos del Perú – Bolivia de la última Copa América), no les dio miedo ganar y darnos una alegría en esta semana de desastre para el país.

El hecho de que sea Sub-17, al menos a mí, no me va a quitar el recuerdo de haber visto a mi selección ganar en un mundial por el simple hecho de que soy muy chibolo para haber gozado con Cubillas, Cueto y los nombres que todos añoramos. Curiosamente un profesor me preguntó ayer si creía realmente en la selección luego de haberme visto usando una chompa bastante futbolera con los colores peruanos, a seguir tuve que admitir esa penosa enfermedad que es ser hincha del fútbol peruano, no sin comentarle al curioso docente que si tenía fe en los “Jotitas”.

Y así, después de diez años (cuando casi clasificamos a Francia 98) puedo estar tranquilo al saber que, al menos por dos semanas más, no veré jugar mal a Perú; puedo asegurarme una historia que contar a mis nietos, en caso los tenga, tal como mi abuelo me contaba a mí sobre las época doradas de la pelota peruana.

Del partido de hoy día me quedó con tres instantes que dudo mucho que olvide así me dé Alzheimer: el gol de Alonso Bazalar y la celebración gritándole al mundo que cuando queremos, podemos; los bailes que metió Reimond Manco a los coreanos rompe piernas en los últimos diez minutos mostrando que aunque pobres somos felices. Y la última: el chato Irven Ávila tendido en el piso, para pararse luego de un par de minutos, cuando el árbitro tocó el final; nada más explicativo que justo en estos momentos de desgracia para el país siempre nos levantaremos.

No hay comentarios.: