17 de julio de 2007

Esa ciudad inolvidable

Después de un año estoy de vuelta en mi hermosa ciudad natal: Cusco y no ha cambiado mucho; el frio sigue terrible en este época del año (aún así me encanta), las rutas de combis permanecen iguales y mis locales favoritos siguen exactamente donde los dejé. Lo que sí ha cambiado es como la veo yo desde que tuve partir hacia latitudes más cálidas: no sólo es mi eterno bar y discoteca tamaño ent (los árboles que hablan del Señor de los Anillos), sino la ciudad donde puedo relajarme y pensar sin presión alguna: la universidad, mis viejos y todo se aleja como por arte de magia. Y aunque no me trago la huevada de la mística y toda esa nota, no pongo en duda que el caminar por las calles empedradas con un cigarrito en la mano es la actividad más gratificante que he podido encontrar durante cualquier vacación: todo se va y me dejo atrapar por la belleza de la ciudad que me vio nacer, y que me crió.

Este viaje a Cusco da mucho para escribir, y un sólo post es muy poco espacio, además que no quiero pasarme de conchudo en la compu de mi pata (el sólo alojarme y aguantarme ya lo considero bastante), así que no la hago más larga y dejo las fotos y demás para los siguientes posts cuando esté en mi hogar dulce hogar de nuevo.


Plaza de Armas del Cusco,
vista desde la Cuesta del Almirante

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